jueves, 30 de noviembre de 2017

¡Que miedito!





En una noche sin luna, en la cuneta de una carretera apenas iluminada por tenues luces de farola, dos misteriosos personajes parecen conversar cómodamente a pesar de la baja temperatura ambiente.

– ¿Entonces, tu estrategia para aterrorizar a la gente consiste simplemente en hacer autostop?

–Básicamente, pero más elaborado. Si paran, me monto en el coche les miro con ojos lánguidos y cuando los tengo confiados y entregados a mi persona, les conmino a comprarme el primer tomo de la biblia en verso ilustrada por el beato San Agapito de la jofaina; el terror de sus caras es evidente cuando ante la negación, me pongo a pegar gritos, amenazándoles con denunciarles por intento de violación. Si la que conduce es mujer, simplemente me esfumo.

– Pues si que te lo montas bien chica.

– ¿Y tú? ¿Cómo lo haces?

–Yo me lo curro en aquel edificio deshabitado que se aprecia tras la neblina. Allí llevo a los pardillos que se pierden en el bosque, los ato a una silla y los torturo a base de sesiones completas de telebasura para después rematarlos a golpe de pan, como buen psicokiller impenitente que soy. Entonces se deshacen en suplicas y en lágrimas pidiendo tortas.

– ¿Con pan? poco dolor puedes infligir con eso ¿No te parece?

–No te creas, utilizo una hogaza de cuarto kilo de hace dos semanas, y eso es contundente. Es todo un poema ver sus caras.

En esta charleta amigable se hallaban estos dos, cuando desde detrás de unos arbustos sale imprevistamente un individuo siniestro, aferrando unos papeles con una mano y con la otra empuñando un bolígrafo Bic punta fina que esgrime contra ellos de manera amenazante.

Ella se parapeta detrás del psicópata y este levanta las manos intentando protegerse de la supuesta agresión.
El energúmeno se dirige a ellos de viva voz, sin tono melifluo alguno.

– ¿Qué pasa? ¿Disfrutando de un momento relax? ¡La última vez que os salís del guion joder! – Y señalando alternativamente a la muchacha y al hombre les dice: ¡Tú a la curva, y tú al caserón! – ¡Leches, ya no hay respeto alguno por el autor de género de terror


Derechos de autor: Francisco Moroz









sábado, 25 de noviembre de 2017

Duda existencial





Ahora o nunca – se dijo.

Era justo el momento de lanzarse al vacío sin dudar. Si fracasaba su plan se estamparía de lleno con la cruda realidad y si lo conseguía, sería el hombre más feliz sobre la tierra. De una vez por todas dejaría de estar en la cuerda floja, aterrorizado por el abismo de la incertidumbre.

Una mujer era la responsable de su situación desde que la viera por primera vez mientras limpiaba las cristaleras de unas oficinas del decimotercer piso.
Hoy estaba de nuevo allí, plantado frente a su ventanal haciendo gestos con las manos para que la abriera y poder hablar con ella y declararle todo su amor.


¡Ojalá le aceptase! sino sería su final.


Derechos de autor: Francisco Moroz


domingo, 19 de noviembre de 2017

Tu lucha





El infierno se ha desatado a tu alrededor, los demonios rojos están a las puertas de tu fortaleza. Destrozan a su paso todo aquello en lo que creías, aquello que amabas y protegías con denuedo. Pisotean con sucias pezuñas las ideas que te movieron a crear algo grande en su concepto. Corrompen con sus alientos fétidos el mismo aire que respiras.

Consideras como algo inconcebible el que esto esté ocurriendo, que en breves instantes te localicen y acaben con tu sublime existencia de una forma indigna que no mereces.

Años de conflicto y enfrentamientos en diversos campos de batalla te dieron la razón. Eras el dios supremo que con mano fuerte, regias los designios de los pueblos sometidos a tu firme voluntad.

Lo que deseabas lo obtenías a sangre y fuego. Ahora la anterior prepotencia se ha convertido en gemido, en rabiosa e insistente súplica que nadie parece escuchar. Los que te protegían, abanderando tu causa, te abandonan o mueren inútilmente. 
Solo quedas tú, relegado en el último bastión que asaltarán en breve las fuerzas que representan el mal. También permanece, la más fiel de las compañera que uno podría desear, aparte de la muerte cierta.

La besas por última vez, la tomas de la mano y te diriges a una habitación adjunta donde de manera pausada y ritualista le descerrajas un tiro, para a continuación dirigir el arma contra tu persona y hacer lo mismo.

Antes de exhalar tu postrero, aliento tienes una visión certera de un futuro mejor, en el que miles de guerreros tomarán el testigo defendiendo tus mismos ideales. Continuarán tu lucha y volverán a desatar otro infierno.

–El dos de mayo de 1945, mientras los defensores rendían la ciudad al ejército rojo, seguía lloviendo ceniza sobre Berlín.–



Derechos de autor: Francisco Moroz

lunes, 13 de noviembre de 2017

Suspicacias





¿Qué será lo que le ponía su madre?

Me gustaría saberlo, pues cada vez que recibía un mensaje de ella en el móvil se azoraba y miraba para todos los lados. Después, con una sonrisa tonta, tecleaba frenéticamente la respuesta.

Un día vino con un ojo morado al trabajo, nos dijo que se trataba de un accidente domestico en la cocina. Ya no volvió a recibir más mensajes maternos.

Yo opino que su mujer tiene un poco de mal genio, los compañeros piensan que la tal “mami” no era realmente quien decía ser.

Los mal pensados abundan, pero, ahora me he empezado a poner celosa. 

Derechos de autor: Francisco Moroz

jueves, 9 de noviembre de 2017

Te vestiré de letras






Te despojaré de tu ropa vistiéndote con letras,
escribiendo en la piel desnuda mis deseos,
los anhelados sueños convertidos en renglones
en el folio palpitante de la intimidad entregada de tu cuerpo.

Los transcribiré en caracteres, en signos y grafemas,
haciendo un listado de adjetivos merecidos
que consigan retratarte enteramente
sin epítetos, hipérboles o silogismos.

Solamente tú al natural, con ausencia de sofismas,
arropada con palabras de lenguaje universal y transparente.
Sin metáforas ni adornos, sencilla como eres.
Pues solo así sabré leer la historia que quieras transmitirme.

La trama argumentada de tu esencia,
el vibrar de sentimientos y emociones lingüística perfecta.
Abrazando tu alma de mujer literalmente, sin inflexiones ni dudas.
Con la pasión que despierta lo admirado, sin interrogante alguna.

Besaré con premura, las líneas escritas con trazo
enamorado.
Los renglones torcidos, tus curvas placenteras.
Acariciaré cada verbo que conjugue, todas las formas de amarte.
Aceptaré cada preposición propuesta por tus labios.

 Me posaré en cada adverbio de lugar donde reposes
y donde escuche tu nombre, versaré mi prosa.
Permaneceré gustoso el tiempo que quieras ofrecerme
cual regalo generoso de musa inspiradora.

Te dedicaré mi obra, y la vida entera que cueste el realizarla.
Sin comas ni suspiros, que no fueren los que salgan de tu boca.
Sin pausas que condenen, en un punto y aparte nuestro encuentro,
ni ponga en suspensivos el futuro perfecto.

 El epígrafe que fuiste en un comienzo
grabaré en mi corazón como epigrama.
 Con tinta indeleble, como aquellas oraciones trascendentes
que no pierden su carisma si las nombras, ni desgasta el tiempo, ni el olvido borran.

 lo que digo vuela, lo escrito permanece
los incisos sobran. 


Derechos de autor: Francisco Moroz

martes, 7 de noviembre de 2017

Insistencia





Y se ríe a pesar de mi resolución para callarlo a base de manotazos. Su insistente risa me crispa los nervios de una manera insoportable.

Aprieto a rabiar su cuerpecito de bebé, lo golpeo una y otra vez, pero continúa como si nada le afectase.

Me desespero, y en un arranque de maldad resolutoria, lo agarro con rabia y lo estrello contra la pared. 
Es entonces cuando cambia su risa por un llanto cansino igual de agobiante.

Definitivamente, pienso, el mecanismo del muñeco se ha estropeado.


Derechos de autor: Francisco Moroz

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Un Halloween para celebrar





Me acuerdo todavía como si fuera ayer, aunque ocurriera hace ya unos cuantos años, coincidiendo con las fechas en que la celebración de Halloween nos proporcionaba a los estudiantes, la excusa perfecta para desmelenarnos y montar fiestas para disfrutar de una noche de juerga en mitad del curso universitario.

Recuerdo que mi disfraz de bruja era de lo más original. El negro me favorecía, y el rímel destacaba estos ojos verdes del que todavía se quedan atrapados los hombres como en una tela de araña.

A todos los que se me arrimaban aquella noche, con la intención de hacer conmigo, conjuros en la oscuridad del parque donde estábamos reunimos para beber, cantar, y hablar a voces. A todos ellos, les di calabazas y les hice perder toda esperanza como a los que entran en el infierno de Dante. Yo me reservaba para un ser superior.

Pero la bebida, la juventud y la insensatez, no son precisamente los elementos de una fórmula magistral, y aquella noche me dio por mezclar alcohol como si preparara pócimas mágicas que me permitiesen volar con la escoba que portaba como complemento de mi disfraz. Estudiaba químicas, y tendría que haber sabido que esto, como lo de la piedra filosofal, es algo imposible.

Llegó un momento en que las carcajadas parecían provenir de seres malignos que me rodeaban de manera siniestra, las luces desvaídas de las farolas parecían indicarme un camino sin retorno, e incluso la música heavy que sonaba, la oía como los ladridos del cancerbero que guarda las puertas del reino de los muertos.

Perdí el control de mi cuerpo, cayendo al suelo estrepitosamente golpeándome en la cabeza con el borde de un parterre. Pero eso lo sé porque me lo contaron a posteriori.
Algún compañero llamó al Samur y una unidad me trasladó al hospital más cercano.

Cuando desperté me encontré en una habitación donde dominaba el color blanco, hasta las luces fluorescentes me parecieron ese túnel que antecede a los que se despiden de la vida. Cuando mi mente comenzó a centralizar y ordenar los datos, mis ojos enfocaron a un ser luminoso vestido con el uniforme que deben vestir los seres celestiales que habitan al otro lado, donde van aquellos que no son tan malos como aparentan.

Me miraba fijamente a la cara y me sonreía como dándome la bienvenida a otro plano trascendental más perfecto, donde es imposible sentir dolor ni inquietud. En donde la seguridad era prioritaria y la felicidad alcanzable.
Sus primeras palabras fueron:

–Parece que la brujita Samantha regresa de su viaje astral por mundos etílicos imaginarios.

Y yo como muchacha ingenua y algo atolondrada le pregunté:

– ¿Cómo sabes mi nombre y de donde vengo? ¿Eres un ángel?  –enmudeciendo a continuación muy sorprendida cuando me respondió que era mucho más que eso.
Pensé para mis adentros que ese era el ser superior que me correspondía, y que la casualidad no existía.

Y de esta forma es como conocí a Gabriel, vuestro padre. Por entonces un joven médico de urgencias con la carrera recién terminada. Y es por ello que os llamamos como os llamamos de forma cariñosa.


Pues de la unión de un Arcángel y una bruja solo pueden nacer diablillos inquietos como vosotros.

Derechos de autor: Francisco Moroz

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