El
traje era auténtico al igual que los pantalones y la corbata. Todo de marca,
todo recién planchado y acabado de entregar por el servicio de tintorería.
La única pega
que encontraba, eran esas recalcitrantes manchas de sangre que se resistían a
desaparecer del todo.
Reminiscencias de sus víctimas que nunca se desnudaban voluntariamente.
Derechos de autor: Francisco Moroz