jueves, 5 de marzo de 2015

El muro de Adriano

El muro de Adriano





De: William Dietrich












En el 122 D.C. El emperador Adriano desembarcó en Britania, el primer Cesar que lo hacía desde la invasión del año 43.
Había venido a inspeccionar la provincia y recibir los informes sobre las tribus que vivían en Caledonia (Actual Escocia) y sobre las continuas incursiones que perpetraban sus guerreros en la provincia romana con sus consecuentes destrozos en las poblaciones.

La solución para evitarlas fue grandiosa: Un muro almenado que superaba en tres veces la altura de un hombre, con 16 grandes torres fortificadas y otras 65 más pequeñas más 160 torres de vigilancia. Distribuídas a intervalos regulares que cubrian una línea continuada desde el Mar del Norte hasta el de Solway.


Un muro que a ojos de los pueblos bárbaros parecía el espinazo de un dragón tumbado que dividía la isla en dos partes. Para el pueblo romano significaba la salvaguarda de sus territorios; una construcción que quedó en los anales de la historia grabada con el nombre del hombre que lo visionó y lo hizo posible.

Esta construcción llevaba dos siglos y medio siendo defendida y mejorada por las legiones; marcaba el punto donde terminaba la civilización y empezaba lo desconocido.

" Roma no se limitaba a gobernar, también trasformaba. el poder de sus ideas se imponía no sólo con la espada. También con la ingeniería, la arquitectura y la agronomía."



Muro de Adriano en la actual Escocia

Y en este punto es donde se desarrolla esta historia de frontera, cuando esta, por definición, es el punto al partir del cual cesan las comodidades y en donde solo resuenan los ecos de las botas militares y los aullidos de un viento, que parece imitar los gritos de las hordas de Celtas en constante acechanza, para sobrepasar los límites de una provincia romana temerosa y en perpetua tensión. 



"Draco" será nuestro cronista personal. Se trata de un burócrata hombre de frontera. Inspector y escriba, el largo brazo de Roma, la misma que le envía para recabar informes sobre los sucesos que han acaecido en Vindolandia. Una revuelta y una invasión, pero también tiene que informar sobre la desaparición de la hija del senador "Tito Valens". Para ello tendrá que interrogar a testigos y supervivientes del suceso. 
Estos, con sus explicaciones, nos irán narrando desde sus respectivos puntos de vista esta historia; cumulo de pasión, ambición, orgullo desmesurado, envidia y codicia. 

"Es sobre la inocencia sobre la que me tocará decidir, claro está. Sobre la traición. los celos. la incompetencia. El heroísmo. Deberé emitir mi juicio, como si fuera un dios."

"Valeria" una muchacha casi adolescente. Bella, decidida, aventurera, inconformista y con grandes dosis de curiosidad; es destinada a estos lejanos confines al encuentro de su futuro marido " Lucio Marco Flavio" destinado en el frente, cuya pretensión es ganar méritos para acceder a cargos más alejados del peligro y la incomodidad que supone un destino como este. Se encontrará con un bregado y recio veterano de frontera: "Galba Brasidia" que aspira a ostentar el mando absoluto tras una vida dedicada al ejercito; un personaje eficaz y brutal.

Nos adentraremos por tanto en la vida cotidiana no solo de los soldados romanos en la frontera, a si mismo conoceremos la de los pueblos bárbaros de las islas: Pictos, Atacotos, Escotos, Sajones.
su filosofía y su forma de afrontar la muerte, a sus druidas y sus dioses. Esto aportará algo de originalidad a un relato de romanos y restará protagonismo a estos, para otorgárselo a unos pueblos tildados de bárbaros y salvajes, por desconocimiento e ignorancia; o a causa de la mala prensa que siempre otorga el vencedor al vencido. no nos resultan por tanto tan atrasados en sus formas de entender la cultura, aportando enseñanzas muy lúcidas y una forma de vida muy peculiar y aceptable. 

" La vida nunca es segura. es la incertidumbre de la muerte lo que define la vida."

" Los Druidas creen que la mente educada precisa: en primer lugar, de conocimiento; en segundo lugar, de naturaleza, y en tercero, de verdad."

En los prolegomenos de la historia el ritmo narrativo es un poco lento, aunque es disculpable a causa de que el autor nos está presentando las circunstancias que darán cuerpo a la trama argumental a si como a alguno de los personajes principales. La primera toma de contacto de "Valeria" con el pueblo britano y sus costumbres muy distantes a las de su cultura. Según nos vayamos adentrando y encaminando hacia el muro irán surgiendo elementos que acelerarán la acción de los acontecimientos.

Cada nuevo capítulo empezará con las explicaciones de "Draco" sus avances en los interrogatorios y sus análisis personales de evaluación de lo que le van desgranando personajes claves en los sucesos acaecidos.
De esta manera el autor nos vendrá a decir que hasta los pasajes más épicos de la historia que nos cuentan, es un conjunto de circunstancias muchas veces banales y otras, simples directrices basadas en instintos de supervivencia, o acciones dirigidas por la codicia, afán de poder. Las típicas y conocidas miserias humanas.

" Nosotros los romanos mandamos sobre otros hombres. Y nuestras esposas nos mandan a nosotros."

 " Cuídate de aquel en quien confías, y confía en aquel del que te cuidas."

Tengamos siempre en cuenta, durante la lectura de esta novela histórica, que se trata más de novela que de lección de historia; los personajes dan ese perfil ficticio, nunca pretendamos ver en lo contado algo con visos de veracidad. no obstante el relato está bien narrado, y descrito con prosa vivaz. Falta algo de acción, pero en ningún momento llegaremos a aburrirnos, es como esas películas de romanos que aunque malas, siempre veíamos encantados, pues nos aportaban entretenimiento y una visión diferente a lo que nos tenían acostumbrados los "higiénicos" libros de historia.

"William Dietrich" tiene en su haber otra novela bastante superior a esta y naturalmente, como las comparativas son odiosas; recomiendo que quien quiera introducirse con este autor lo haga a través de este título para que al abordar la lectura del otro, gane puntos y no al contrario.


Busto del emperador Hispano: Adriano

domingo, 1 de marzo de 2015

Mi querido profesor





Yo fuí a EGB, como reza ese famoso libro que anda circulando por ahí, y que por cierto tengo pendiente para leer, más que nada para recordar oxidados recuerdos que seguro me hacen sonreír y hasta derramar alguna lágrima de emoción o de pena por lo pasado vivido y olvidado.

Fue precisamente en uno de sus cursos cuando el destino puso en mi camino a un profesor entrañable, de esos que son más bien como padres para sus alumnos, de los que intentan bregar diariamente con la tozudez, la rebeldía y el pequeño gamberro que todos llevábamos dentro. 


Recuerdo su nombre: "Don Gerardo" profesor de lengua y literatura del cual, terminado aquél ciclo escolar y tristemente, perdí su pista. 

Como niño que era no me interesaba lo más mínimo la vida gris de los adultos serios, aburridos y misteriosos. Esa era la apreciación personal que yo tenía por entonces del complicado y desconocido mundo de los mayores. Un mundo en blanco y negro como el Nodo.

La diferencia radicaba en que este adulto sabía mimetizarse con los niños, gastarles bromas llenas de ingenio, ironizando, exagerando y riéndose de sí mismo, apeándose de la soberbia que a otros muchos colegas suyos envaraba, creando así distancias insalvables entre lo que parecían ser dos universos paralelos por causas generacionales.


"Gerardo" tendía puentes contando historias con moraleja, cual "Esopo" e "Iriarte", se hacía querer por cercano y asequible, siempre con sus gafas de pasta y su chaqueta de espiguilla y con sonrisa pícara de infante, aun a pesar de sus cuarenta y tantos años cumplidos


Era curioso como chavales curiosos que eramos, nos íbamos empapando de sus conocimientos, enseñanzas, lecciones y sentido común. El bueno y viejo profesor iba grabándonos con paciencia y constancia de gota de agua, lo que otros menos vocacionales y cariñosos maestros, intentaban hacer con cincel, martillo y sangre. Naturalmente estos últimos nunca conseguían sus propósitos: que esa letra en negrita, fechas de batallas y ecuaciones, entraran en nuestras cabezotas situadas más allá de Babia rodeados de musarañas y cerca de las nubes. Bueno corrijo. Si lo conseguían, pero nunca de manera suave y adecuada a nuestras pequeñas y hambrientas neuronas.  


El no me enseñó a leer, eso se lo debo a mi madre y a alguna paciente maestra de primaria o maternal, como lo llamaban entonces, cuando llevábamos baby a cuadraditos o rayas. ¡No! él no me enseño la técnica de la lectura: la "n" con la "o": "no".


El me enseño algo más importante: amar los libros, a ellos, a sus autores y sus escritos. Los presentaba como sabios amigos ilustrados, compañeros de silencios y soledades. Así de fieles eran son y serán, a pesar de digitalizarse y envolverse de plástico negro, abandonando por necesidad sus antiguas formas,
haciéndose estas más ergonómicas y futuristas

"Gerardo" nos decía que llegaría un día en el que deberíamos llegar a conformar nuestras bibliotecas personales debiendo tener como base tres libros: El Quijote, La Biblia y el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española.

Esto lo decía naturalmente cuando el país no era laico, ni la lengua tan vilipendiada, y"Cervantes" más leído.

Y este señor con pinta de académico humilde y corazón tierno de abuelo; cuando se veía desbordado por nuestras faltas de atención durante la lección, interrumpiendo con nuestros gritos, o nuestras locuaces lenguas imparables en su trajín dialéctico; nos decía con tono modulado y voz pausada, para que no hubiera lugar a dudas de que se hacía entender sin perder el control:


             "No confundáis la bondad con la debilidad."


Después, volvía a su lección sin perder la calma ni la compostura, y hablando más bajito si cabe para que, ante ese cambio inusitado; compendio de esa circunstancia y la supuesta amenaza velada y enigmática, consiguieran poner fin a nuestro desordenado comportamiento. Y ¡Pardiez! que lo conseguía, sin la utilización de gritos desaforados, ni violencias innecesarias con instrumentos contundentes como las famosas reglas de madera o los atinados lanzamientos de tiza y borrador.


Claro que reincidíamos al día siguiente como imberbes cabestros irracionales que eramos, pero esa lección al menos, como otras muchas se nos fueron quedando grabadas a fuego en el corazón.


Y es que los niños son agradecidos con los que les aman y se ponen a la altura de las circunstancias; esto es: a 125 cm aproximadamente, a la de los pequeños seres que pululan en torno a nosotros como cachorros vivaces con ganas de jugar y que nos asaetean de "Porqués". Quieren convertirse en nuestros interlocutores impacientes, necesitan maestros que cubran sus expectativas de aprendizaje, como lo hizo mi querido profesor, ese que con el paso de los años vuelvo a recordar una vez más cuando veo a los de mis hijos e inevitablemente los comparo, cuando visiono alguna película tipo:

 -Rebelión en las aulas- Los chicos del coro- o Profesor lahzar- 

E ineludiblemente cuando vienen a mi mente los títulos de los libros que nos presentó, esos clásicos que perduran en el tiempo como los buenos amigos que "Don Gerardo" dijo que eran. 

Dispuestos a seguir llenándonos de conocimientos y horas gratas desde el instante en que abrimos sus tapas, olemos su tinta y su papel ajado de aquellos tiempos memorables, en los que tuvimos maestros de vocación docente y sentimientos bondadosos.
Aquellos tiempos de estudiante, de los que fuimos a EGB. 

" Quien se atreva a enseñar nunca debe dejar de aprender."


"No es mejor maestro el que más sabe, sino el que mejor enseña."



Dedicado a todos los profesores que merecen ser recordados no solo por lo que enseñan sino por su forma de hacerlo.



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