Cuando se prendieron las cortinas de la cocina, mis cuatro amigas
y yo estábamos hablando de hombres y de relaciones sentimentales.
Echamos mano rápidamente y de forma instintiva a las cervezas que estábamos
tomando para apagar las llamas.
Cuando se nos pasó el susto inicial todas nos quedamos mirando como bobas a
Mari Pili con caras de interrogación, pues todavía tenía el mechero con el que
las había incendiado aferrado en su mano.
Por toda respuesta se encogió de hombros añadiendo:
-–Siempre he deseado tener un novio bombero.
Derechos de autor: Francisco Moroz